La educación a distancia es una realidad evidente en nuestro país desde hace décadas. Experiencias como la UNED ponen de manifiesto que estos procesos de enseñanza-aprendizaje son perfectamente posibles. Los resultados son igualmente satisfactorios en comparación con los presenciales tradicionales.
La llegada de Internet supuso un giro de tuerca a los modelos establecidos. Estos iban desde la escucha de programas de radio, a las consultas telefónicas con los profesores en un horario concreto del día y la elaboración de pruebas escritas presenciales. La Red trajo la construcción de comunidades virtuales de aprendizaje. En ellas los contenidos pueden elaborarse de forma colaborativa, las tareas se entregan en formatos diversos y los tiempos se rompen en los chats o foros.
En algunos desarrollos formativos vamos a empezar a utilizar Moodle como punto de encuentro con los participantes en los mismos. Moodle es una plataforma virtual que permite el diseño, seguimiento y evaluación de cursos a través de Internet. Actualmente es una de las aplicaciones más utilizadas en nuestro entorno. Todos los centros de enseñanza pública de Andalucía la utilizan como espacio virtual para las distintas asignaturas que imparten, tengan estas un carácter presencial o utilicen la herramienta como punto central de la formación.
Nuestras prácticas educativas suponen un choque con el sistema tradicional de enseñanza. Nos gusta romper la histórica diferencia profesor-alumno, entendiendo que todos podemos aprender de todos; nos gusta trabajar por proyectos, como se hace en Educación Infantil, no partiendo del contenido para ir a lo concreto, sino de la actividad para llegar a la teoría; nos gusta aprender haciendo; nos gusta abrir nuestros procesos a la comunidad y que podamos recibir un feedback permanente de ella.
El problema llega al unir Moodle y nuestra forma de entender la práctica educativa. Puede parecer una combinación perfecta, ¿no? Elaboración de contenidos de manera colaborativa y ruptura de la pareja profesor-alumno, foros donde compartir experiencias y procesos abiertos, entrega de tareas en diferentes formatos y aprender haciendo. Es como cuando dos personas se conocen por Internet y creen que no han podido encontrar a nadie mejor, que la persona que tienen delante es con la que quieren pasar el resto de su vida, o al menos tener algo serio. Dos medias langostas, como diría Phoebe en Friends. Luego se conocen en persona y todo se estropea. Pues igual.
El centro de conflicto llega cuando nos damos cuenta de que Moodle se limita a reproducir la metodología educativa tradicional en Internet. Observamos que no podemos organizar la formación como solemos hacerlo. El elemento principal de Moodle es la lección que se compone de páginas que terminan con una evaluación para el alumno. Así se comprueba si ha asimilado los conocimientos y se asegura que de no ser así, repita la página hasta que responda de forma adecuada o hasta que le agoten las oportunidades.
Por otro lado Moodle no nos deja utilizar la plataforma como un punto de encuentro para agentes externos a la formación. Sólo los implicados directamente en ella podemos navegarlo, leerlo, escribir en él. Eso impide, por ejemplo, que todo el contenido que se genere en una wiki creada dentro del sistema pueda ser leído por cualquier agente externo interesado. De hecho, nunca se enterará de que existe.
La tarea, elemento central en el trabajo por proyectos, queda relegada a un segundo plano en favor de la lección. De hecho no pueden subirse archivos excesivamente pesados y la entrega de las mismas no es pública. Por ello el resto de participantes no puede acceder al trabajo de sus compañeros a menos de que sean publicados en otra herramienta dentro del espacio educativo virtual (un foro, un glosario de actividades o la misma wiki).
En el fondo, Moodle es un sistema de control. Convierte a la institución en un entorno protegido dentro de Internet y da mucho poder a los profesores, que pueden tener toda la información sobre sus alumnos. Los estudiantes a quienes gusta ser dirigidos aman Moodle. El resto, no.
Martin Dougiamas, creador de Moodle [1]
Hace un par de años, ZEMOS98 elaboró los materiales didácticos de la asignatura Cultura Audiovisual del IEDA (Instituto de Enseñanza a Distancia de Andalucía). Estos suponen un giro de 180 grados. La Consejería de Educación pidió que todos los contenidos estuviesen disponibles para consultarlos, citarlos o incluso, remezclarlos (permite que aquel que utilice los módulos pueda transformarlos y adaptarlos a su contexto). De hecho, se firmó un compromiso por el cual todos los materiales se cedían al común [2]. Ahora sí, la tarea se convierte en el centro de la formación y cualquiera puede consultarla en la Red. Además hay un histórico que se va actualizando cada curso para incorporar las nuevas actividades realizadas por los estudiantes de la asignatura.
La supuesta revolución que Internet podría traer a la enseñanza aún no se ha producido. Para ello será necesario que se revisaran y reformaran las metodologías educativas desde la raíz. No basta con vestir al mismo personaje con distinto traje y hacer pensar que el personaje en sí ha cambiado. No vale. No nos vale.
[1] Entrevista a Martin Dougiamas, creador de Moodle.
[2] Ejemplos para pensar la educación y el procomún, en el blog de Pedro Jiménez